NUESTRA GENTE

¡Bravo, Concha, Bravo!

Gerardo Muñoz.


Me ha pedido Manolo, nuestro alcalde, que escribiera un artículo para la
revista sobre la figura de Conchita, con motivo de su jubilación. Nunca se me ha dado bien hacer esto, aunque siempre me ha encantado alabar a mis amigos.


Cuando estaba en el instituto, mi profesora de literatura me decía que era un gran «escribidor», por lo que pido disculpas de antemano por todo lo bien que debería hacerlo, aunque sin llegar a conseguirlo. Aprovecho para escribir sobre
todo aquello, que por los nervios y la emoción del momento, no pude decirte en tu fiesta de despedida, la que te hicimos en el Salón de actos por el Día de la Mujer Trabajadora.

Conchita, no recuerdo el día en que llegaste al pueblo, pero sí que recuerdo que mi madre llegó a casa diciendo que había llegado una farmacéutica nueva, que era muy simpática y vestía muy elegante. No podría decir el momento en que nos conocimos, pero sí, amiga mía, que en poco tiempo yo ya estaba dentro de tu casa jugando a las cartas, echando partidas de Chinchón. Casi de inmediato conocí a tus primas Lourdes y Maribel, a tus amigas Mari Carmen y Mari Angustias, a tu familia según iban viniendo a visitarte, a la gente de Fregenal. Así, sin darme cuenta, yo empecé a considerarme como de tu familia; pero no solo yo, sino más gente que en su momento se «arrimó» a tu casa. Todos éramos bienvenidos.

Aquellos fueron tiempos difíciles para ti. Mucha gente pensaba que nadabas en la abundancia. Me contaste que para comprar la farmacia habías tenido que pedir no sé cuántos préstamos. Muchos meses la farmacia no daba más que para pagar, a duras penas, y si, para colmo, llegaba un médico al pueblo al que no le gustaba recetar, la cosa se ponía para echarse a temblar. Sin embargo, te recuerdo siempre con una sonrisa en la cara, y lo que era más sorprendente aún, siempre ibas con la mano por delante a la hora de pagar en las barras de los bares, como cuando íbamos a La Bodeguita y El Machaco, cada vez que bajábamos a Granada a bailar sevillanas.

Siempre he admirado tu manera de hacer las cosas. Si tuviera que definirte por una sola de tus virtudes, me quedaría con la «elegancia», y cuando digo esto no me refiero a tu manera de vestir, que también, sino que me refiero a tu persona. Has desarrollado con esa elegancia que te caracteriza como a nadie la labor de autoridad sanitaria de nuestro pueblo y, has tenido la capacidad de hacernos verte como una más de nosotros, una persona corriente. No creo que fuera demasiado fácil desempeñar ese papel, siendo mujer y soltera, en el mundo rural de hace más de una treintena. Todo eso siempre me ha parecido admirable en ti, has sido siempre una mujer luchadora.

Como en todos los cuentos de hadas, la princesa conoce a su príncipe, y tú no ibas a ser menos. Llegó a tu vida Juan Pedro, con quien has formado una maravillosa familia y, con quien has sacado adelante a ese hijo del que tan orgullosa te sientes.

Podría extenderme mucho más, pero lo que busco aquí no es contarle a los vecinos tu vida, que ya conocen, sino aportar el punto de vista de las personas que hemos estado más cerca de ti, que hemos tenido el privilegio de ser además de paisanos y clientes, amigos tuyos.

Siempre me ha gustado hablar por mí y nunca por nadie, pero en este caso me tomo la libertad de hablar en nombre de toda la gente de Beas para expresarte nuestro reconocimiento. Eres una persona que ha dado lo mejor de su vida
profesional, y en muchas ocasiones personal, en beneficio del pueblo y de su progreso. Has sabido transmitir siempre tu cariño y, has sabido como nadie aceptar el nuestro. Por todo ello te decimos:

¡BRAVO, CONCHA, BRAVO!

Nota: Este texto no sería el mismo sin las correcciones de mi amigo Antonio de León Chacón, estudiante del Grado de Filología Hispánica en la Ugr.