EDUCACIÓN

La necesidad de la educación permanente


Juan Francisco Avilés



Dice el refrán “Que más sabe el diablo por viejo que por diablo” haciendo alusión a que la experiencia vital nos aporta continuamente conocimientos y, en definitiva, que el ser humano no deja de estar aprendiendo durante toda la vida. Esta realidad, siempre ha sido así, pero no es menos cierto que el ritmo de este aprendizaje se ha ido incrementando de una forma exponencial: los últimos 50 años son prueba evidente de ello.
Me maravillo cuando veo a alumnas mías, de bastante edad, luchando por aprender nuevas tecnologías: manejar un teléfono inteligente, consultar conocimientos en Internet, ... en un intento de no perder el tren de la vida. El ser humano, tiene la necesidad de estar aprendiendo continuamente, pero la avalancha de descubrimientos y tecnología que nos rodean hace además que esa necesidad sea una exigencia, porque como dice otro refrán...”Camarón que se duerme, la corriente se lo lleva”.

Antiguamente bastaba con que una persona supiera las cuatro operaciones de matemáticas, leer, escribir, un oficio y poco más, para que pudiera desarrollar su vida de acuerdo a las exigencias sociales. Hoy en día esto está más que superado.
No se trata sólo de que la formación en la infancia deba reunir conocimientos impensables para nuestros abuelos y abuelas: Inglés, Informática, Habilidades Sociales,... sino que además, con eso, sólo le estamos dando a nuestros hijos e hijas unas herramientas básicas para que puedan seguir aprendiendo durante toda su vida. Además, ahora, en la especial situación de crisis en que estamos, no hacen faltan estudios para saber que el mundo es injusto y que somos engañados continuamente, pero sólo con un continuo aprendizaje sabremos las causas de esas injusticias y saber por tanto cómo cambiarlas.

De otro lado, la propia evolución de la sociedad está haciendo que incluso los conocimientos adquiridos deban ser demostrados y puestos en balanza: así ocurre con la reorganización de titulaciones, desaparición de algunas, homologaciones,...Por ejemplo, la desaparición del Graduado en EGB, hace que hoy ese título no sirva para encontrar trabajo y se exija el Graduado en ESO, lo que ha obligado a muchas personas a asistir de nuevo a la escuela para ampliar sus estudios si quieren tener una mínima oportunidad laboral. En este orden de cosas, alguien joven que no disponga de este mínimo título, tiene poquísimas oportunidades laborales y en consecuencia, de integración social.
Todo esto no es sólo a nivel de titulaciones básicas: a nivel universitario, y por poner un ejemplo, no se trata sólo de que quien ejerce la medicina tenga que estar continuamente aprendiendo las nuevas técnicas, sino que además, se le puede demandar la homologación de los estudios superiores antiguos por los grados y configuración académica actual, lo cual exige en muchos casos volver a ponerse a estudiar y tener conocimientos en áreas que antes no se exigían, como por ejemplo en Inglés. El nivel de exigencia sigue y sigue subiendo en todos los ámbitos.

También, la propia estructura de la sociedad, permite disponer de más tiempo libre. Hay quienes desgraciadamente porque no encuentran un empleo, y quienes, afortunadamente, porque la  exigencia del trabajo no es de sol a sol como no hace tanto tiempo y así disponen de parcelas de tiempo que pueden dedicar, entre otras cosas al aprendizaje de nuevas materias y de conocimientos a los que no pudieron optar en etapas anteriores de su vida: en el primer caso para tener más herramientas para obtener un empleo, en el segundo por el mero gusto de aprender.

El aprendizaje continuo tiene también otra faceta: es la mejor vacuna contra el envejecimiento del cerebro. Si para tener nuestro cuerpo sano debemos realizar ejercicio físico, la gimnasia de nuestro cerebro es el continuo aprendizaje, que nos previene de las enfermedades degenerativas mentales.

Por todo esto existen las Escuelas de Educación Permanente. No es que no se pueda aprender fuera de ellas, sino que por supuesto sí dentro de ellas. Claro que no son el único camino, pero son uno bastante efectivo: Las escuelas de adultos ayudan a la integración laboral al facilitar la obtención de nuevas titulaciones, posibilitan una segunda oportunidad a los desahuciados del sistema educativo que no obtienen la titulación mínima, aportan recursos formativos en ocio y tiempo libre (no todo tiene que ser el fútbol y los programas de cotilleo), aportan nuevas visiones del mundo actual, posibilitan la adquisición de nuevas tecnologías que adapten al alumnado a los cambios vertiginosos de nuestra sociedad, ayudan a que la salud mental de nuestros mayores se mantenga, fomentan las relaciones con los otros/as, aportan vida y actividades en nuestros pueblos,...

Si el aprendizaje humano es una necesidad durante toda la vida, las escuelas de educación permanente son imprescindibles en una sociedad que quiera ir con el avance del mundo.